Se levanta de la tierra en plantas de pies descalzos con la única labor de resistir, pasa por golpes, manos tan claras como su esencia, se sumerge en humedad como de labios. Se confina al abandono y después de un infierno a oscuras, está listo para ser devorado.
Las esculturas de Julio Sahagún Sánchez son una síntesis de un largo tiempo de trabajo. Puede ser constatado por quienes hemos sido cómplices y espectadores de su creación.
Al final, da lo mismo: piel contra piel, barro contra barro.
Salida de las manos de Julio está la carne, moldeada desde la Tierra que algún día nos dará descanso.
– Carlos Guerrer